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Yoga sensible al trauma: las claves de los ajustes físicos

Actualizado: 3 sept

Es habitual que en las prácticas de yoga los profesores corrijan posturas para que tomen la forma “correcta” o “alineada”, sin embargo, esta intervención puede ser contraproducente y generar malestar en los practicantes, ya que busca adaptar el asana al practicante y no al practicante al asana. Por Stefania Sol Di Gennaro



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En las clases de yoga y otras artes corporales es habitual que los profesores ofrezcan a los practicantes hacer posturas a su ritmo o a su forma y que, sin embargo, luego se acerquen a “ajustar” físicamente la forma de la postura para mostrar “la forma correcta o alineada”. 


La mayoría de los instructores de yoga hemos aprendido que hay una “forma correcta o postura final para cada asana” que tiene que ver con una alineación específica que en teoría es la más adecuada. 


Pero esta forma en la que debe verse la postura no tiene en cuenta las variaciones óseas, las variaciones fasciales, musculares y las historias de cada cuerpo. 



Por suerte, cada vez más escuelas de yoga están empezando a entender y aplicar el yoga funcional*, que busca adaptar el asana al practicante y no el practicante al asana.


Si bien no es el propósito de esta nota hablar de yoga funcional, no se puede dejar de mencionarlo cuando hablamos de ajustes.



Qué es el ajuste en yoga y cómo impacta en el cuerpo

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Lo que me interesa traer hoy tiene que ver con lo que sucede en el sistema nervioso de una persona cuando recibe un “ajuste”, es decir, un contacto físico aplicado por el instructor para modificar o corregir la postura, dentro del contexto de una clase que toma por su bienestar físico, mental y espiritual.


No pretendo generar nuevos dogmas de lo que se debe, o no, hacer como instructores. Si sos profesor y realizas ajustes o si sos practicante y los disfrutas, mi invitación con esta nota es que puedas abrir la escucha interna para incluir otras posibilidades y miradas de lo que le puede estar pasando al practicante al recibir un ajuste.



Experiencias en primera persona


Para escribir sobre este tema le pedí a la comunidad de yoguis que me cuenten anécdotas de ajustes, aquí algunas: 


En el momento que más desregulada estaba, el ajuste se sentía como una exigencia más que no podía tolerar y me tensaba”, contó una primera persona.


Yo sentía placer en una postura y escuchaba cerrá más tus omóplatos, llevá más arriba tu cola y pensaba: pero si yo acá me siento re bien, ¿estoy haciendo las cosas mal? Era como si estuviera sintiendo placer y está mal, afirmó Julieta C. 


En un festival de yoga la profesora iba ajustando a todos y cuando me tocó, fue brusca y me cerró por completo el cuerpo. No puede salir de ese estado en toda la práctica. A veces cuando me ajustan tengo pensamientos intrusivos y en algún caso angustia también, nunca me gustó ni ajustar ni que me ajusten. Déjenme tranquila que mi cuerpo sabe”, sumó Mar V. 


Cuando estoy premenstrual o sensible y vengo con un diálogo autoexigente en mi cabeza y me corrigen por ahí me quedo pensando cómo no me di cuenta, que papelón. O a veces me ha propuesto algún profe un ajuste que quizás se sintió demasiado para ese momento y en esos momentos me cuestiono si quizás debería exigirme más y llegar, si me escucho a mí o a ese otro que se supone que sabe más que yo”, completó Anita S.



Yoga y las correcciones verbales


Desde el enfoque del yoga sensible al trauma**, no se realizan ajustes o asistencias físicas, la asistencia es neta y exclusivamente verbal

Este enfoque, que para algunos pueda sonar radical, tiene una base clara en lo que hoy sabemos sobre trauma y neurociencia.

Por el solo hecho de existir y haber crecido en esta cultura, todas las personas hemos sido atravesadas por el trauma. Esto no es solo una cuestión de vivencias individuales: es parte de nuestra socialización occidental y de los sistemas de poder en los que estamos inmersos. 


Todos los eventos traumáticos comparten un denominador común: el desempoderamiento. Es decir, la experiencia de no tener control, de perder agencia, de sentir que no podemos decidir o que nuestras decisiones no son válidas.

A esto se suman, desde una mirada interseccional, las desigualdades estructurales: género, raza, clase, orientación sexual, discapacidad, entre otros ejes que agravan la sensación de que otros deciden por uno y legitiman la autoridad externa sobre la interna. 

Cuando un/a instructor/a impone ajustes físicos sin pedir permiso o sin dar opciones, no solo puede gatillar memorias traumáticas, sino que reproduce las mismas dinámicas jerárquicas que el trauma y la opresión ya instalaron.


Yoga sensible al trauma


Es por ello que para el yoga sensible al trauma es crucial no seguir repitiendo estas dinámicas de poder unilaterales en las que la figura de autoridad parece saber lo que es mejor para otro cuerpo y otra práctica. 


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En cambio, se busca crear un espacio donde la persona pueda entrenar la autonomía, la soberanía y la capacidad de elegir, fortaleciendo la recuperación del poder personal. 

La asistencia -y no el ajuste-, si existiera, no es una técnica neutra: es un acto que puede ser profundamente sanador cuando es consensuado y dirigido por quien lo recibe, pero que puede ser profundamente desempoderante si se impone.



Como dice Bessel A. van der Kolk en El cuerpo lleva la cuenta:

«El desafío de la recuperación es restablecer la posesión de tu cuerpo y tu mente — de tu propio ser. Esto significa sentirte libre para saber lo que sabes y sentir lo que sientes (…)». 


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En un contexto informado por trauma y por interseccionalidad, ese “restablecer la posesión” no es solo una tarea individual: es también un acto político y cultural

En el mat de yoga, se traduce en permitir que cada persona elija, aprenda a sintonizarse con su propio ritmo y decida si, cómo y cuándo recibir contacto.

No sabemos la historia de la persona que tenemos enfrente, guiar a otros/as en una práctica corporal, cualquiera sea, nos pide humildad y responsabilidad. 



Dar opciones: la clave para una guía consciente


Frente a todo esto, ¿cuáles son las claves de lo que sí podemos hacer, ya que cómo profesores o instructores tenemos un poder inherente? ¿Qué se debe hacer con este poder? 


La interseccionalidad y el yoga sensible al trauma proponen una respuesta muy simple y profunda sobre el poder: compartirlo.



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Una forma de compartir el poder es ofrecer opciones, pidiendo consentimiento antes de tocar, ofrecer guía, asistencia o variantes de las posturas cuando nos acercamos a alguien. 

Al hacerlo, se da al practicante la oportunidad de explorar distintas posibilidades de movimiento o forma, de seguirle la pista a sus sensaciones internas (activando la interocepción) y, sobre todo, devolverle la agencia sobre su propio cuerpo.  

Compartir el poder es sabernos espectadores y acompañantes del proceso del otro, incluso en prácticas que parecen solo físicas

Las tradiciones filosóficas del yoga llevan milenios recordándonos que no existe tal separación: mover un cuerpo es mover un sistema entero: mente, cuerpo y espíritu. Hoy la neurociencia lo confirma: no se puede tocar un músculo sin tocar también una historia, una memoria y una identidad.


Autora de la Nota: Stefania Sol Di gennaro @stefaniaysol para Escuela Yoga Yin 


Referencias: 

* Yoga funcional: Para una mejor comprensión del enfoque del Yoga funcional, ver la siguiente NOTA: Yoga funcional: ¿estilo o paradigma de enseñanza? 


** El Yoga sensible al trauma (Trauma Sensitive Yoga ) es una práctica basada en la evidencia que complementa el tratamiento psicológico o psicoterapéutico de los síntomas asociados al trauma complejo y/o del desarrollo, y/o estrés post traumático (TEPT). TCTSY fue desarrollado en el año 2002 en el Trauma Center en Brookline, Massachusetts, dirigido por el Dr. Bessel Van Der Kolk, donde David Emerson (trabajador social y profesor de yoga) comenzó a colaborar y facilitar las clases de yoga. 


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