Asmita y el ego: la pregunta quién soy en yoga
- Yoga Yin Escuela Virtual

- 16 sept
- 6 Min. de lectura
Asmita, uno de los cinco kleshas de los Yoga Sutras de Patañjali, nos invita a reflexionar sobre la identificación con el ego y los roles que creemos ser. Entre filosofía, yoga y pensamiento contemporáneo, esta nota explora cómo soltar etiquetas para habitar un yo más libre, compasivo y presente. Por Estela Chapuis.

En los Yoga Sutras de Patanjali, uno de los cinco kleshas* —o causas del sufrimiento— es asmita. Según Patañjali, asmita es confundir la consciencia pura —purusha— con la mente o el cuerpo.
Asmita se traduce, generalmente, como sentido del yo: es la confusión entre el ser profundo, o consciencia pura, y lo que creemos que somos.
Creemos ser nuestro cuerpo, pensamientos y emociones y ese ego nos hace sentir separados y diferentes. Al identificamos con lo que hacemos, sentimos, y pensamos, sufrimos.
Es como si una ola creyera ser diferente del mar. Pero la ola es solo una forma del mar en movimiento. Así también cada uno es una expresión individual de una misma energía y consciencia universal.
Asmita impide ver que somos uno con el todo.
Asmita: una traducción desde el presente
En este punto se podría pensar que el ego es absolutamente necesario para vivir en el mundo. Es
decir, asmita no es “malo”. Pero si no lo vemos o si no lo reconocemos, nos limita. Así, en lugar de experimentar la vida, la vamos contando desde nuestras ideas sobre quién creemos que somos.
Asmita no es simplemente “egoísmo”. Es más sutil. Asmita es la identificación constante con lo que hago, con lo que sé, con lo que me salió bien o mal.
En nuestro cotidiano nos identificamos con nuestros roles o creencias. “Soy profesora”, “soy tímida”, “soy yogui”, “soy mala o buena para esto”. Nos apegamos a esa narrativa como si fuera lo único que somos.
Frente a esto, dice el guía espiritual y escritor alemán Eckhart Tolle: “No eres tus pensamientos, eres la consciencia detrás de ellos”. Y agrega: “El cuerpo-mente está en constante cambio. Las sensaciones vienen y van, los pensamientos, las emociones, vienen y van”.
En ese cambio permanente cómo preguntarnos quiénes somos.
¿Quién soy?: la pregunta por el yo

El mundo nos empuja a definirnos todo el tiempo. Las redes sociales nos piden presentarnos. Si aspiramos a un trabajo, debemos presentar un currículum vitae. Muchas veces hasta nuestros amigos, o nosotros mismos, nos etiquetamos: “Tú siempre fuiste así”.
Y nos vamos convirtiendo en nuestros roles, papeles, discursos, sentimientos, emociones.
En este contexto, la práctica del yoga —especialmente el yin yoga— propone una pausa para detenerse y observar. La práctica tde ofrece lentitud, encuentro con lo incómodo. Pide atención y sentir sin intervenir.
En esa quietud, algo se revela:
La consciencia testigo
El observador imparcial
La meditación
Un espacio interno que simplemente es
Ese espacio de yoga es un lugar donde también se forja el “yo”: el yo compasivo, el yo presente, el yo capaz de habitarme.
¿Qué pasaría si por un momento no me creyera todo lo que pienso sobre mí?
Imaginemos que estamos en aquella postura desafiante, y aparece esa vocecita: “¡No puedo!”, “¡Esto no es para mí!”, “¡Nunca voy a lograrlo!”. O al revés: “¡Qué bien lo hago!”, “¡Soy re-yogui!”, “¡Qué flexibilidad!”. Eso también es asmita
Sin embargo, somos como el cielo, que un día puede pintarse de azul cristalino, otros cargarse con nubes, o ponerse tormentoso. Más allá de su aspecto, el cielo siempre está.
Siempre podemos soltar, y ver las nubes pasar.
Siempre podemos volver al cuerpo buscando certezas.
Siempre podemos volver a la respiración.
Sabidurías que se entrelazan: la mirada del “yo” de los clásicos
El Tao, capítulo 16, dice:
Llega al vacío máximo.Guarda la quietud con firmeza.Todas las cosas surgen y yo contemplo su retorno. Volver a la raíz es encontrar la calma. Este retorno es lo que se llama retornar a lo que es.
El Tantra dice algo muy parecido:
Todas las emociones, incluso las más intensas, regresan a su origen: la consciencia pura.
El ego, lejos de ser un enemigo, se transforma cuando lo reconocemos como una forma temporal del ser.
Los kleshas en el Tantra se disuelven, no porque sean eliminados, sino porque se reconocen como formas temporales de una esencia inmóvil. Son formas limitadas de lo ilimitado. El ego así se transforma para volverse una puerta de entrada al Ser.
El “yo líquido” y la libertad de cambiar
Desde una mirada de la modernidad, el filósofo polaco-británico Zygmunt Bauman habló del “yo líquido”: una identidad que fluye, que no tiene una forma fija.
Aunque esto puede resultar inquietante, también es una invitación a la libertad: si el yo es flexible, también podemos soltar versiones de nosotros mismos que ya no nos hacen bien.
Por otro lado, Byung-Chul Han, en La sociedad del cansancio, habla de un “yo sobrecargado”: ya no nos presionan desde fuera, sino desde dentro. “Debo rendir, debo estar bien, debo ser alguien”. Este yo exigido también es asmita. Una identidad que se confunde con el Ser y vive en tensión.
El filósofo e historiador francés Michel Foucault, desde la filosofía contemporánea, invita a vernos como seres en contexto. Cuidar de uno mismo no es egoísmo, es la base para poder estar mejor con los otros.
El yoga y la autocompasión
La autocompasión es tratarnos con ternura cuando fallamos, cuando nos frustramos. Y esto también es ir más allá de asmita. Porque si no soy solo mi error, ni solo mi éxito, puedo mirarme con más humanidad.
"Uno mismo es merecedor de su amor y afecto tanto como cualquier ser en todo el universo”, dijo en Udāna-Varga 5:18, Buda**
“Cuando te hablas con ternura, no eres más débil. Eres más sabio”, aportó Nazareth Castellanos en El puente donde habitan las mariposas.
Entonces, ¿qué pasaría si nos miramos con otros ojos? Si vemos en asmita una oportunidad. Ese momento en que me doy cuenta: “Me estoy identificando otra vez con esta historia. Pero, ¿la necesito?”.
Plantearlo desde esta perspectiva nos permite soltar con suavidad, como se suelta un pensamiento al meditar. Volver al cuerpo. Volver a la respiración. Volver a ese espacio que simplemente es.
Desde ahí, habitar un yo más real. Más abierto. Más presente. Más compasivo.
Una propuesta para el futuro
Ahora te invito a observar en tu próxima práctica de yoga, o simplemente en el día a día:
¿Desde dónde te estás contando quién sos?¿Podés soltar, aunque sea por un momento, esa etiqueta?
Algunos textos que me inspiran para pensar el yo
Escribe Michel Serres, en “Variaciones sobre el cuerpo”
Nunca supe hablar del yo, ni describir la conciencia. Cuanto más pienso, menos soy; cuanto más soy, menos pienso y menos actúo. No me busco como sujeto, necio proyecto; los únicos que pueden encontrarse son las cosas y los otros. Entre ellos un poco menos cosa, y mucho menos otro, aquí está mi cuerpo.
Clarice Lispector, en Cerca del Corazón salvaje
“Es curioso cómo no sé decir quién soy. Es decir, lo sé muy bien, pero no puedo decirlo. Sobre todo, tengo miedo de decirlo, porque en el momento en que intento hablar no solo no expreso lo que siento, sino que lo que siento se transforma lentamente en lo que digo. O por lo menos lo que me hace actuar no es lo que siento sino lo que digo”
El yoga y la pregunta por el ser
El yoga del conocimiento- jnana yoga- parte de la pregunta repetida una y otra vez: ¿quién soy yo?
Tomamos como inspiración los Sutra de Patanjali para hacernos esa pregunta, y reflexionar sobre cómo la responderíamos hoy. El ego es nuestra personalidad. La necesitamos para vivir en este mundo.
Necesitamos habitar cada uno de nuestros roles, cuando nos son necesarios. Pero no somos solamente eso. No somos solo cuerpo, no somos solo mente., no somos solo lo que hacemos, aun cuando todas esas facetas forman parte nuestro yo.
Tomarnos un momento de reflexión nos ayuda a soltar los “debo”, para poder vivir con más libertad, solo y en relación con los demás.
Notas
* Los kleshas intentan explicar la capacidad emotiva de la mente. Sin kleshas no sería posible la actividad humana. Incluso el arte y la ciencia son productos de una mente afectada por los kleshas, especialmente el sentido del “yo” Para el yoga de Patanjali, la vida ordinaria parte de la ilusión de un individuo dotado de cuerpo y mente. Pujol, p.152
** Buda no usaba la palabra autocompasión tal como la entendemos hoy, pero sí hablaba de la necesidad de tratarse a uno mismo con la misma bondad que a los demás.






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