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Yin Yoga y seguridad: claves para una práctica consciente

Aunque las prácticas suaves suelen considerarse menos riesgosas, la verdadera seguridad no se garantiza desde lo externo ni lo técnico. Por eso es clave conocer qué significa facilitar un espacio seguro —desde una perspectiva somática y sensible al trauma—, y cómo se puede cultivar un entorno que honre la experiencia única de cada cuerpo. Por Stefania Sol Di Gennaro*.



Yin yoga, meditación, yoga terapéutico, restaurativo, pranayamas: todas estas disciplinas pueden aparentar ser prácticas “seguras” por sus características de lentitud, sencillez, con poco “esfuerzo físico” en comparación con otras variantes como ashtanga y vinyasa.


Sin embargo, la seguridad en una práctica no es algo que se da per se. No es algo que pueda suceder por el hecho de nombrarse. Y, sobre todo, no es algo que los instructores podamos asegurarle al practicante. 


Este punto es importante y vale la pena el énfasis: como instructores, no podemos asegurar una práctica segura en términos del sistema nervioso a ninguna persona, ni siquiera a nosotros mismos. 


¿Es el yoga una práctica segura? 


“La función de la seguridad en la vida es tan intuitiva y relevante que llama la atención el que las instituciones no la tengan en cuenta. Puede que nuestro desconocimiento de la función de la seguridad se deba al hecho de creer que sabemos qué significa la seguridad. Hay que poner en duda esa creencia, puesto que tal vez las palabras que empleamos para definir la seguridad contradigan nuestras sensaciones corporales de seguridad”. 

Stephen Porges* 1


En el ámbito científico, el campo de las sensaciones, emociones y sentimientos es algo nuevo. Hace sólo cincuenta años que la emoción y la investigación de sensaciones subjetivas son un campo de investigación aceptado dentro de la psicología


Antes se hacía hincapié en los índices objetivos y mesurables de comportamientos y funciones cognitivas y se prescindía de relatos subjetivos de impresiones, que hoy sabemos —al menos hasta ahora— son los faros que nos llevan hacia nuevos caminos terapéuticos posibles y efectivos. 


La seguridad es una sensación subjetiva y personal de cada ser humano en la que interviene una compleja trama individual relacionada con la historia de esa persona y su entorno, cultura y ambiente social. 


Nuestras evaluaciones cognitivas, es decir, lo que pensamos en relación con un espacio, una persona, una práctica y todos los factores del ambiente, son secundarias a la hora de identificar potenciales amenazas: desde un punto de vista autónomo, lo que prima es la sensación sentida, lo visceral.


Un ejemplo cotidiano aplicable


Todo esto se puede pensar con un ejemplo cotidiano. Te preparas para tu práctica semanal en la sala a la que sueles concurrir. Un espacio conocido. Llegas y suena una música de mantras y hay un sahumo prendido. 

La mayoría de las personas se ven calmas, pero te sientes incómodo/a, algo en tu cuerpo no se siente a gusto. Quieres convencerte de que está todo bien, haces la práctica y te vas con una sensación rara que a duras penas puedes identificar. 


Es posible que racionalmente no encuentres razones para explicar cómo te sientes. Es normal. La mayoría de nosotros/as no podemos ni siquiera identificar qué es lo que está pasando y eso nos confunde aún más. 


No comprendemos cómo jerarquizamos nuestros pensamientos ni encontramos razones para el malestar. Por eso, no atendemos esa sensación de malestar y la empujamos al fondo de nuestra mente y cuerpo, desestimándola, minimizándola o ignorándola.


Yoga como práctica para escuchar al cuerpo


Es posible que con la práctica logremos rastrear el origen del malestar si escuchamos al cuerpo, si bajamos —en el sentido de descender de la mente al cuerpo—  a la sensación. Es decir, si podemos llevar la atención a esa sensación displacentera. Si le otorgamos la autoridad a la sensación corporal y nos preguntamos:


  • ¿En qué parte del cuerpo se encuentra? 

  • ¿Cómo se ve?

  • ¿Qué textura tiene? 

  • ¿Qué te diría si pudiera hablar? 


Disclaimer: Si la sensación es de intensidad alta, no es aconsejable realizar este ejercicio en soledad, independientemente de si se tiene práctica o no. Siempre es aconsejable acudir a un sostén con experiencia terapéutica en este ámbito, por ejemplo, a un terapeuta de experiencia somática*2 o de indagación compasiva *3.


Muchas veces, con este enfoque, logramos regular nuestro sistema y proveernos de aquello que necesitamos: una pausa, una respiración profunda o un balanceo pequeño, inclinarse o pendular hacia los costados con el cuerpo.


También, como en nuestro ejemplo de estudio, podría incluir pedir que cambien la música, que la apaguen, que quiten el sahumo o incluso abandonar la shala ese día y regresar al hogar. 


A veces pasa que damos con el gatillo, el trigger, que desató la desregulación. En el caso del ejemplo pudo haber sido el humo del sahumo, o el aroma del mismo, la música que sonaba, el tono de voz del músico o incluso algo que alguien dijo, su tono de voz, un movimiento que alguien realizó, una mirada de alguien en la sala, un color o potencialmente cualquier cosa. 


Es importante comprender que el punto no es dar con ese gatillo. En la vida todo puede ser potencialmente gatillante y no podremos evitarlos todos. El punto es aprender a atender y confiar en esa voz no hablada del cuerpo*4


Yin Yoga: cómo facilitar la seguridad en nuestros espacios  


Cómo venimos diciendo, no podemos controlar ni garantizar la seguridad, pero si podemos entrenarnos, informarnos y cuidar ciertos elementos dentro de las prácticas que ofrecemos. 


Por ejemplo, uno de los elementos de las prácticas informadas y sensibles al trauma tiene que ver justamente con el espacio. 


Por eso, generar predictibilidad colabora en la sensación de seguridad en los practicantes y para ello se aconseja generar un ambiente lo más acogedor posible*5



Esto puede verse así: 

  • Generar un espacio con luz tenue, pero no oscuro.

  • Evitar que la sala o los practicantes se orienten hacia ventanas y se vea el exterior.

  • Minimizar el ruido externo.

  • Evitar elementos externos como velas, aromas y música.

  • Evitar espejos, o que los practicantes se orienten hacia ellos.


Esta información a primera vista puede parecer exagerada. Sin embargo, conocer que estos elementos pueden ser gatillantes para las personas, nos ayuda no solo como instructores, sino también como practicantes y como seres humanos a poder tomar decisiones sobre estos elementos.


Nos ayuda a poder preguntar, ofrecer opciones, dar posibilidades y pedir aquello que necesitamos. Al ejercer el poder de decisión, de agencia, estamos renegociando dinámicas de des-empoderamiento que compartimos todos los seres humanos y, por eso, es un acto pequeño que puede ser profundamente reparador tanto para nosotros/as como para nuestros practicantes. 


El cuerpo actúa ante los desafíos como un polígrafo (un detector de mentiras). Factores del entorno que a unos les resultarán cómodos y agradables pueden perturbar y asustar a otros. (...) Tenemos una capacidad de una precisión exquisita para inferir el estado e intención de una persona según el tono de su voz, sus expresiones faciales, gestos y postura. No sabemos expresar en palabras esta información; ahora bien, si prestamos atención a cómo nos hacen sentir, obtendremos datos para intervenir.”

Stephen Porges 


* ✍🏼 Nota escrita por Stefania Sol Di Gennaro @stefaniaysol para Escuela Yoga Yin 


Referencias y Bibliografía

1. Guía de bolsillo de la Teoría polivagal: El poder de sentirse seguros. Stephen Porges 2 Experiencia Somática o Somatic Experiencing es un método desarrollado por Peter Levine para reparar y renegociar el trauma. 

3 Indagación compasiva (del inglés Compassionate Inquiry) es un método terapéutico desarrollado por el médico Dr. Gabor Maté, orador y especialista en Trauma. 

4 Referencia al título del autor Peter Levine “En una voz no hablada - Cómo el cuerpo se libera del trauma y restaura su bienestar”. 

5 Las recomendaciones provienen del Trauma Center - Trauma sensitive Yoga (TCTSY). El método fue desarrollado en el año 2002 en el Trauma Center en Brookline, Massachusetts, dirigido por el Dr. Bessel Van Der Kolk, donde David Emerson (trabajador social y profesor de yoga) comenzó a colaborar y facilitar las clases de yoga.


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