Meditar el invierno
- Yoga Yin Escuela Virtual

- 19 ago
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Recuperar el ritmo del invierno es vital para la salud física y emocional. Descubrí cómo el yin yoga puede ayudarte a liberar el Qi, habitar la pausa y reconectar con tu tiempo interno. Por Rocío Ayerza

El tiempo medido en horas, días y meses, es una creación del ser humano. Un concepto relativamente nuevo que se usa desde hace no más de 400 años. Fue en 1582 cuando el papa Gregorio XIII terminó de definir la medición del tiempo. El calendario hoy lleva su nombre y rige nuestras agendas, ritmos y urgencias.
Desde entonces, el tiempo se volvió lineal, progresivo y cuantificable. Pasó a ser un recurso que se “pierde”, se “gana” o se “invierte”. Pero si se pudiera viajar atrás en el tiempo, hasta los orígenes del humano, el tiempo lineal sería inconcebible.
El ser humano vivió un tiempo circular, vivo, que no se medía en relojes ni en agendas, sino en soles, lunas y estaciones. Las comunidades ancestrales —agricultoras, nómadas e indígenas— organizaban su vida según los ciclos de la naturaleza.
Se sembraba cuando la tierra estaba lista, se cosechaba cuando el fruto maduraba, se celebraban uniones bajo lunas propicias, se migraba siguiendo las lluvias o los movimientos de los animales. No había prisa, había ritmo.
El tiempo era más cuerpo que cálculo. Más escucha que programación.
Recuperar el tiempo cíclico

Recuperar esa sensibilidad cíclica no es una nostalgia romántica, sino una necesidad vital. Los cuerpos no funcionan en línea recta: respiran, laten, se expanden y se contraen. Tienen mareas internas. No pueden ni deben responder todo el tiempo a un sistema de productividad continua.
El yin yoga —con su invitación a la pausa, a la quietud y a la escucha profunda— ayuda a recordar ese otro tiempo: un tiempo más orgánico, más humano.
Invierno: el arte de ir hacia adentro
Así como la tierra se repliega en el invierno y la naturaleza parece detenerse, nuestros cuerpos también nos piden recogimiento.
El frío, la oscuridad, el silencio del paisaje invitan a bajar el ritmo, detener la marcha, ir hacia dentro. El invierno es la fase más yin del ciclo anual: lenta, oscura, profunda. No es tiempo de florecer, sino de enraizar. No es tiempo de hacer, sino de ser.
En la Medicina Tradicional China, el invierno está regido por el elemento agua, y asociado a los meridianos de riñón y vejiga. El agua representa la profundidad, la reserva: lo que no se ve, pero sostiene. Está vinculada al misterio, al sueño, el inconsciente, los huesos, al origen mismo de la vida.

En el Tao se enseña que el alma tiene un camino, una corriente subterránea, una voluntad que sabe hacia dónde ir, incluso cuando nos sentimos perdidos. Y a este impulso primero del alma se lo denomina Zhi.
Es esta voluntad primera que se manifiesta sólo cuando todo afuera se detiene, cuando podemos darle espacio a ese observador neutro que mira hacia adentro sin juicio y sin objetivo. En el silencio, en la profundidad, en la calma, en presencia del elemento agua.
Y todo confluye en el compás del invierno. Es vital para la salud de los ciclos que exista este espacio liminal. Allí donde parece que nada sucede, allí donde se manifiesta el Zhi, la puerta de entrada a la verdadera dirección.
¿Dónde está el agua en nuestro cuerpo?
En nuestro cuerpo, el agua también habita en los tejidos conectivos, en especial en el colágeno que forma nuestras fascias. El yin yoga, con su práctica de permanencia en la quietud, estimula precisamente estos tejidos.
Cuando se pasa al denominado rebote o mini savasana, luego de sostener una postura durante varios minutos, se permite que el cuerpo suelte, que el agua interna circule, que los meridianos se liberen y el Qi fluya nuevamente.
Cuando la energía se mueve, los órganos se nutren y pueden ejercer su don dentro del sistema.
Cuatro posturas yin para despertar el invierno interior
Los meridianos de vejiga y riñón transcurren en la parte posterior del cuerpo. Así, posturas como la oruga (variación Yin de Paschimottanasana), el caracol (variación Yin de halasana), el cisne dormido (variación Yin de Supta Kapotasana) o el colgado (variación Yin de Uttanasana) invitan a rendirnos al suelo, a habitar el vacío, a escuchar sin buscar.
Practicar yin yoga es aprender a convivir con el silencio, confiar en la pausa y aceptar que hay un momento del ciclo en que todo muere para poder renacer. Que la aparente quietud también es acción. Y escuchar el silencio, es darle voz a la voluntad del alma.
Referencias bibliográficas:
"Caliban y la bruja" de Silvia Federici: describe cómo los ritmos naturales y los saberes del cuerpo fueron reprimidos con el surgimiento del capitalismo y la racionalización del tiempo laboral.
"El orden del tiempo" de Carlo Rovelli: aunque más científico, muestra cómo el tiempo lineal es una construcción perceptiva.







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