Yoga de la quietud, un tesoro para la meditación
- Yoga Yin Escuela Virtual

- 28 jul
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 1 sept
La quietud, principio central del yin yoga, no se impone: emerge cuando el sistema nervioso se siente seguro. Este artículo explora el vínculo entre yoga, la meditación y teoría polivagal para entender por qué calmarse no siempre es cuestión de voluntad. Por Stefania Sol Di Gennaro

El segundo tattva o principio del yin yoga es la quietud. En la práctica de yin, en la meditación y en tantas otras oportunidades de la vida, la invitación es a cultivar la quietud.
La palabra cultivar aquí no es inocente. La quietud no se puede forzar. Es un estado meditativo que emerge de forma espontánea cuando se activa una neurocepción* de seguridad.
Es decir, emerge cuando el sistema nervioso detecta que el entorno —externo e interno— no representa una amenaza y puede desactivar la respuesta asociada al estrés.
Spotify: un podcast de yin yoga para pasar del movimiento a la quietud Esto explica por qué, aunque intentemos alcanzar un estado de calma, forzar o controlar el cuerpo puede tener el efecto contrario: mantenerlo activado y en modo de estrés, generando respuestas de lucha, huida e incluso de colapso dorsal, disociación y congelamiento.
¿Comprendés tu sistema nervioso?
Antes de avanzar en el tema de la quietud, sirve repasar cuáles son las tres vías del Sistema Nervioso Autónomo (SNA) según la mirada de la teoría polivagal, acuñada por Stephen Porges.
El sistema nervioso autónomo está formado por dos ramas principales: la simpática y la parasimpática.
Estas responden a las señales y a las sensaciones a través de tres vías, cada una con un patrón característico de respuesta. A través de cada una de estas vías reaccionamos “al servicio de la supervivencia”**:
La vía simpática, que responde al estrés o a la amenaza.
La vía vagal ventral, que responde ante la sensación de seguridad.
La vía vagal dorsal, que responde a la sensación de peligro extremo.

La rama simpática representa la vía que nos prepara para la acción. Responde a señales de peligro y desencadena la liberación de adrenalina, que alimenta la respuesta de lucha o huida.
En la rama parasimpática, la teoría polivagal se centra en dos vías que viajan dentro de un nervio llamado vago, éste se divide en dos partes, la vía vagal ventral y la vía vagal dorsal.
La vagal ventral responde a señales de seguridad y respalda la sensación de estar comprometido y conectado socialmente de manera segura.
Cómo influye la manera en que respiramos en nuestro Sistema Nervioso Autónomo En contraste, la vía vagal dorsal responde a las señales de peligro extremo y desconecta, saca a la persona del plano consciente y la lleva a un estado protector de colapso.
En un ejemplo se puede ver con claridad: cuando una persona siente que no está en el lugar en el que está puede ser porque el vago dorsal tomó el control.
En otros ejemplos más cotidianos, la sensación de vivir en modo automático o deprivados de energía vital también son activaciones dorsales del Sistema Nervioso Autónomo.
Entonces, ¿Por dónde empezar?
Mover el cuerpo, salir a caminar, golpear con los pies el piso, hacer grounding***, bailar, gritar, llorar, reír, incluso vomitar, todo esto ayuda a pasar de la inmovilización y congelamiento hacia la movilización simpática y subir por la escalera autonómica**** hacia un estado de conexión ventral (parasimpático vagal ventral).

Todas estas acciones tienen en común el movimiento. Y el SNA no puede desactivar la respuesta de lucha-huida simpática sin antes descargar esa tensión, tal y como lo hacen todos los mamíferos, temblando o vibrando.
Una vez que esa tensión fue descargada, el sistema puede moverse hacia el estado parasimpático de calma y relajación, y desde allí la meditación y la quietud son posibles.
Así que empezar a descongelar el sistema, acostumbrado al modo supervivencia, es posible y es —de hecho— la tendencia natural a pesar de que se haya enterrado debajo de la socialización y la normativa cultural de inmovilidad.
Del yin yoga a la meditación: ¿se puede forzar la quietud?
Pero, ¿qué pasa cuando se intenta “forzar” quietud en un sistema activado con carga simpática? La realidad es que no se le puede pedir regulación a un sistema que está en modo defensa.
Si la persona está en hiperactivación y se la invita directamente a la quietud, sin puentes somáticos que le permitan sentirse a salvo, el sistema nervioso no va a responder con calma, sino con una forma de inmovilización que puede sentirse incómoda, ansiosa o incluso abrumadora.
En el marco de prácticas como el yin yoga o la meditación, muchas veces se asocia la quietud externa con regulación interna. Pero la neurobiología del trauma advierte que esto no siempre es así.

El sistema nervioso necesita completar ciertos ciclos de activación para poder volver a un estado de regulación. Si se intenta imponer inmovilidad cuando el cuerpo está en modo simpático se puede generar un tipo de congelamiento funcional: el cuerpo quieto por fuera, pero tenso o agitado por dentro.
Si no hay una transición natural entre estos estados —por ejemplo, si no se completa la descarga de energía—, intentar inducir el reposo activa el otro circuito parasimpático, el dorsal, asociado al colapso, la desconexión y el shutdown. Lo que parece calma, en realidad puede ser disociación.
Este fenómeno es muy común en contextos de yoga, meditación o prácticas contemplativas, donde se valora la inmovilidad como signo de “profundidad” o “presencia”. Pero desde una mirada informada en trauma, esa inmovilidad puede ser simplemente la expresión de un cuerpo que no se siente habilitado para moverse, pero que tampoco está en verdadero reposo.
La quietud real es un estado emergente de seguridad, no algo que pueda imponerse desde el deseo propio o la comanda externa.
Como dijo Marilyn Von Savant:
“Para adquirir conocimiento hay que estudiar, pero para adquirir sabiduría hay que observar”*****.
Así, la invitación es a entrenar la auto-observación.
¿Qué se necesita en cada momento y cómo se puede facilitar? No aquello que es necesario, sino aquello que se siente, que emerge de una profunda observación de las propias sensaciones, emociones y sentimientos para poder brindar lo que verdaderamente se necesita.
-La quietud no se impone, se permite. -
-Empezá por notar cómo estás antes de intentar regularte. -
-El cuerpo siempre encuentra el camino cuando se siente seguro.-
Autora de la Nota: Stefania Sol Di gennaro @stefaniaysol para Escuela Yoga Yin
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Referencias y Bibliografía
* Neurocepción: término acuñado por Stephen Porges. “Usa este término para describir las formas en que nuestro SNA responde a las señales de seguridad, peligro o amenaza vital dentro de nuestros cuerpos, en el mundo que nos rodea y en nuestras conexiones con los demás. A diferencia de la percepción, se trata de detección sin consciencia, una experiencia subcortical que ocurre muy por debajo de los dominios del pensamiento consciente”.
** Del Libro, “La teoría polivagal en terapia: Cómo unirse al ritmo de la regulación.” Deb Dana
*** Grounding: se refiere al contacto directo de la piel —especialmente los pies— con superficies naturales como tierra, pasto o arena, con la idea de descargar carga eléctrica acumulada y absorber electrones libres de la Tierra. Se ha asociado con beneficios como reducción del estrés, mejora del sueño y regulación de la inflamación. Aunque la evidencia científica disponible es limitada y no concluyente, algunos estudios preliminares muestran efectos positivos en la salud física y emocional.
Como práctica somática, el contacto de los pies contra el suelo ayuda a traer la atención al momento presente mediante el contacto con el cuerpo y el entorno físico, promoviendo regulación nerviosa y sensación de seguridad. Ogden, P., Minton, K., & Pain, C. (2006). Trauma and the Body: A Sensorimotor Approach to Psychotherapy. Norton.
**** Escalera autonómica se refiere al concepto didáctico para explicar el movimiento a través de las tres vías de nuestro S.N.A. Para más información sobre este tema consultar bibliografía de los autores: Stephen Porges y Deb Dana
***** Cita del Libro “En una voz no hablada, Cómo el cuerpo se libera del trauma y restaura su bienestar” de Peter Levine







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